El modelo agroexportador surge en un contexto de auge de la economía
mundial entre 1870 y 1930, y la creciente importancia del comercio con
Estados Unidos desde 1890 con las actividades mineras y ferrocarriles.
Hasta la Segunda Guerra Mundial existió un predominio del capital inglés
que se dedicó dar préstamos monetarios a los gobiernos, la construcción
de ferrocarriles y las inversiones en la minería.
La naciente demanda de productos agropecuarios y mineros obligó a la
región a adecuarse a tal necesidad; es así como Guatemala, El Salvador,
Costa Rica y Nicaragua se convirtieron en países cafetaleros, y Honduras
empezó a explotar la minería y a sembrar bananos.
La consecuencia de esta situación fue el surgimiento de nuevos pueblos
que servían como centros de acopio y abastecimiento de los productos.
Las políticas estatales de impulsar el crecimiento de las exportaciones
agrícolas hicieron que se pusieran en práctica reformas liberales para modificar
la tenencia de las tierras. Se expropiaron tierras eclesiásticas en el
caso de Guatemala, privatización de las tierras comunales en El Salvador
y privatización de las tierras baldías en Costa Rica.
Los exportadores vieron la necesidad de contratar personas que hicieran
el trabajo en el campo: sembrar el café, cortarlo y prepararlo, cuidar de
las bananeras, trabajar en las minas. En muchos casos este era un trabajo
familiar y todos sus integrantes lo desempeñaban.
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