Todas las concepciones fundamentales del mundo, la sociedad y la persona,
y también las maneras de actuar socialmente, se aprenden en el
seno de la familia. Esta es la primera gran escuela, en ella se adquieren
patrones y modelos de comportamiento. Se aprende a tener una idea
de quién se es. Esto a partir de lo que dice y hace el padre, la madre,
hermanos, hermanas y demás familiares.
El papel dentro de la familia está definido por los roles de género, que
son transmitidos de una generación a otra. Definen las oportunidades,
las responsabilidades y las relaciones de cada uno de los miembros dentro
y fuera del hogar.
Por ejemplo, en sociedades donde se considera a la
mujer en igualdad de derechos que el hombre ella puede desempeñarse
como profesional, participar en la toma de decisiones con su esposo,
hijos e hijas, contribuir con los gastos del hogar y distribuir las responsabilidades
dentro de la casa. Mientras que en sociedades machistas,
la mujer debe obediencia y sumisión a su esposo, quedando relegada a
quehaceres de tipo doméstico, procreación, crianza de los hijos e hijas,
entre otros. Otro ejemplo de los roles se puede ver en los juguetes
infantiles; las niñas juegan a ser mamá con muñecas y se les regalan
juegos de cocina. Se inculca a las pequeñas por medio de juegos los
roles que se espera que desempeñen cuando sean adultas.
En conclusión:
La división de los roles El principio básico de la vida y el trabajo en grupo es la división de las tareas. En la familia ocurre lo mismo. Pero en ella no solo se dividen las tareas (en general, el padre es proveedor, la madre cuida a los hijos y estos deben estudiar) sino
que, al ser una unión de amor, también se reparten los roles emocionales.
Cada persona tiene mayor facilidad para mostrar un aspecto concreto de su temperamento, es decir, lo heredado. De ahí viene el rol emocional que ella ocupa en la familia.
Los roles permiten que cada uno tenga una respuesta emocional diferente frente a determinadas circunstancias y con eso se logra un equilibrio. Por ejemplo, en una crisis, un hijo se pone muy responsable y servicial, el otro ironiza y baja la tensión y un tercero exterioriza su angustia con peleas y portazos. Si no existiera tal división, todos se dedicarían a dar portazos o a llorar a mares y no habría forma de salir adelante.
Fuente: Fundación para la Educación Familiar “Hacer Familia”.
0 comentarios:
Publicar un comentario