El capitalismo comenzó con la expansión europea en el Atlántico
a fines del siglo XV. Con anterioridad al descubrimiento de
América, se realizaron exploraciones portuguesas en África, la
conquista española de las Islas Canarias y las empresas comerciales
del Mediterráneo por Venecia y Génova. España se propuso crear
un imperio a nivel mundial a partir de la ocupación de América.
El imperio de Habsburgo gradualmente se volvió anacrónico
ante el surgimiento de estas naciones, que supieron capitalizar los
beneficios del colonialismo, con lo cual España se convirtió en un
intermediario de la plusvalía.
Holanda se volvió una potencia comercial para la primera mitad
del siglo XVII. Capitalizó su posición geográfica estratégica como
cruce del transporte entre el Atlántico, el Báltico y los principales
ríos de Europa central, iniciando los procesos de comercialización,
industrialización, financiamiento e innovación tecnológica a nivel
mundial. Inglaterra y Francia retomaron y acrecentaron estos
procesos. Durante el siglo XVII, el proceso del capitalismo europeo
entró en un desaceleramiento entre las naciones líderes, las que
reaccionaron con políticas de competencia, a lo que se le llamó
Mercantilismo.
El Liberalismo, como ideología lanzada por estas naciones, en la
segunda mitad del siglo XVIII, presupone la consolidación del
capitalismo semimundial del siglo XVII.
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