El trabajo infantil es condenado alrededor del mundo. Se refiere al trabajo
“mental, físico, social o moralmente peligroso y dañino para los niños”.
Este interfiere con el desempeño escolar de los niños y niñas, despojándolos
de la oportunidad de asistir a la escuela y forzándolos a dejarla a
edad temprana.
Las causas del trabajo infantil son los pocos ingresos económicos que les
obliga a ayudar en casa para poder sobrevivir con su familia, algunas veces
numerosa. Estos niños y niñas se exponen a cualquier maltrato por parte
de la sociedad, el abuso psicológico y sexual es uno de los que más afectan
a este sector, volviéndolo aun más peligroso.
Las consecuencias de esta práctica empujan a una mala calidad de vida
para la niñez y adolescencia. Entre las consecuencias se encuentra el riesgo
de sufrir accidentes debido a las malas condiciones en el medio donde
trabajan. También se pueden dar casos de abandono de la escuela, que
frena y limita las oportunidades para progresar.
Muchas de las familias de niños, niñas y adolescentes trabajadores los
obligan a colaborar por medio de ventas a la economía familiar, impidiendo
el desarrollo normal en un ambiente sano y sin riesgos.
Los accidentes de trabajo pueden ser otra consecuencia, por ejemplo explosiones
de pólvora, contaminación e intoxicación química por fertilizantes
y abonos, mutilaciones por manejo de maquinaria, herramientas e instrumentos de trabajo entre otros.
Según la definición del convenio número 182 de la OIT, entre las peores formas de trabajo infantil se encuentran la trata de personas, trabajo forzoso y por deudas, conflicto armado, esclavitud, prostitución, tráfico de drogas, pornografía y actividades ilícitas.
Todas estas actividades separan a los niños y niñas de sus familias, afectando
sus emociones y los vuelven vulnerables a enfermedades graves, los
expone al abandono, a menudo a muy tierna edad.
Las consecuencias son la violación los derechos humanos fundamentales
de la infancia y la adolescencia, perdida de la autoestima, problemas de
adaptación social, traumas, drogadicción, alcoholismo, dependencia de
fármacos, etcétera.
Según reportes de la UNICEF, alrededor de 246 millones de niños y niñas
son sujeto de explotación infantil en el planeta y al menos tres cuartas
partes (171 millones) lo hacen en condiciones o situaciones de peligro.
Gran parte de la infancia trabajadora divide su tiempo entre el trabajo y
el estudio, pero con el correr de los años, la escuela suele perder la partida.
En Belice, 18 por ciento de los trabajadores de cinco a 14 años no asisten
a centros educativos. Esa proporción es 21 por ciento en Costa Rica, 32
por ciento en El Salvador, 34 por ciento en Honduras, 37 por ciento en
Panamá, 40 por ciento en Nicaragua y 41 por ciento en Guatemala.
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