jueves, 6 de agosto de 2020

Los medios de comunicación social y su influencia en la familia.

 Los medios de comunicación contribuyen a moldear las ideas que se

tienen sobre el mundo y los seres humanos: indican qué cosas son deseables

o necesarias y qué aspectos de las personas son más valorados.

Sin embargo, no todos sus mensajes son positivos.


La televisión es uno de los medios que más influye en las ideas. Algunos

de los modelos distorsionados se encuentran en las telenovelas,

series, películas y anuncios publicitarios. Generalmente tratan la

sexualidad de manera superficial, asimismo se vende la cuestión de la

imagen a través de cuerpos delgados y atléticos, que induce a los adolescentes

a querer ser como los modelos que se ven. Proliferan avisos

publicitarios con imágenes de hombres y mujeres que presentan una

imagen que enfatiza la apariencia física e incitan al consumo exagerado

de productos, dietas, gimnasios y pastillas para “estar en forma”.

Las modas también reflejan el impacto de los medios de comunicación

en la juventud salvadoreña.


Otro medio es la música, algunas letras de estilo popular entre los

jóvenes están cargadas de imágenes sexuales, violencia, machismo, etcétera.

Esto no implica un rechazo a la música, sino estar conscientes

del mensaje que transmiten.


Internet se ha convertido en uno de los principales medios de difusión,

hay páginas cargadas con pornografía de acceso libre que son

dañinas para los adolescentes. Además, otros medios virtuales como el

correo electrónico, los blogs y las salas de conversación, mal utilizados,

son un riesgo para los adolescentes.


Conclusión:


Ante esta situación, ¿cuál debe ser el papel de la familia? Los padres hemos de educar a nuestros hijos también en el consumo de medios de comunicación, siendo plenamente conscientes de su especial relevancia en la formación y el desarrollo de los niños. Se trata de fomentar pequeños espectadores activos, reflexivos y críticos. No hay una fórmula mágica para ello. Pero lo que sí es seguro es que tiene que empezar por una buena comunicación y un acompañamiento por nuestra parte. Seleccionar los programas, dosificar el tiempo que pasan conectados a una pantalla, dialogar sobre lo que están viendo, compartir tiempo de ocio o evitar aquellos contenidos que no son adecuados para su edad son algunas de las pautas que podemos llevar a cabo. Parecen de sentido común, ¿verdad? Pues simplemente, pregúntate, como padre, como madre, cuántas veces las pones en práctica. Quizá te sorprenda la respuesta.



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